¿Es posible la felicidad en los padres de niños con cáncer?

La felicidad en los padres de niños con cáncer ¿Es posible?

Cuando pensamos en la felicidad vienen a nuestra mente imágenes de personas sonriendo, abrazados, en sitios idílicos. Asociamos poder sentir la felicidad sólo en las situaciones donde todo es perfecto. Pero esto no es así. La felicidad también se encuentra en los momentos imperfectos, en los momentos de enfermedad, en los momentos difíciles. Sólo hay que reaprender a percibirla.

Todos los seres humanos al nacer, venimos con la misma capacidad para ser felices. Exactamente la misma. La prueba está en los niños. Los pequeños mantienen esa capacidad intacta, disfrutan con todo. Se permiten vivir con intensidad cada momento. Aunque hayan tenido un momento desagradable (una caída, un pinchazo…) son capaces de pasar página y reír con toda su alegría viendo sus dibujos animados favoritos o jugando con su mejor amigo. Nacemos totalmente equipados para ser felices, pero al hacernos adultos, al “madurar”, parece ser que se nos olvida. Puede ser que al ir creciendo, las normas sociales restrictivas, las rutinas, los deberes y obligaciones, la mala gestión de las emociones, los “tienes que”,  vayan opacando las gafas emocionales que nos permiten “ver” la felicidad.  

Es por ello que desde PSICOLOGIA DEL CÁNCER hemos querido escribir este artículo. Dedicado a todos aquellos padres que debido a la enfermedad de uno de sus hijos, perciben que la felicidad se ha escapado ya de sus vidas.

Estos 3 consejos nos ayudarán a desempañar nuestras gafas emocionales y empezar a VER, a VER de verdad. A reaprender a ser felices.

 

1.- IMITA A LOS PEQUEÑOS.

Como ya hemos dicho, los pequeños de casa pueden ser grandes maestros para nosotros los adultos. Y pongo un ejemplo:

Un niño que está jugando, de repente se cae y se hace daño en la rodilla. En ese momento llora desconsolado, su herida es la más grande y la más dolorosa del mundo mundial. No reprime sus emociones. Las deja fluir de manera instintiva. De repente uno de sus amigos le llama para jugar pilla-pilla (su juego favorito) y rápidamente se limpia las lágrimas, los mocos, se sacude las piernas y sale disparado con una sonrisa de oreja a oreja.

Ahora veamos qué pasa con un adulto:

Un padre se levanta por la mañana para ir a trabajar, cuando sale de casa para coger el coche, se da cuenta que tiene una rueda pinchada. Puf! Ya desde ese momento siente que una nube con relámpagos y truenos se posiciona encima de su cabeza. Llegará tarde al trabajo, retrasará su jornada laboral y posiblemente al jefe no le agrade mucho que llegue tarde. Cuando llega al trabajo (ya con el problema solucionado) está de mal humor, irritable, intenta controlar el malestar pero no lo logra. Y cuando por la noche alguien le pregunta ¿Qué tal tu día? La contestación suele ser: “Puf! Fatal”

El problema, es que los adultos tenemos la mala costumbre de abrazar los “malos” momentos y decidimos que nos acompañen todo el día. Arrastramos una situación desafortunada todo la jornada, la prolongamos. Decidimos, elegimos que sea así. Los pequeños no.

Imita a tu pequeño gran sabio.

 

2.-  APRENDE A GESTIONAR TUS EMOCIONES.

Todos los seres humanos nacemos con un abanico de emociones. Tristeza, rabia, euforia, alegría…. Nos han enseñado que hay emociones buenas y emociones malas. Y esto no es así. Todas nuestras emociones cumplen una función, el problema es que nadie nos enseña a gestionarlas, y se nos van de las manos.

Las emociones son como tener un coche con mucha potencia, si nadie nos enseña a controlar las marchas, a disminuir la velocidad en las curvas, a frenar cuando es debido o a detenerse cuando el semáforo está en rojo, terminamos con el coche destrozado, con el corazón roto. El problema no es del coche, el problema es que el conductor no ha aprendido su funcionamiento, y cree que con saber encender o apagar el coche ya es suficiente. Y lo mismo pasa con nosotros, con vestirnos, ducharnos y salir al mundo pensamos que ya es suficiente, que estamos preparados.

Y en las situaciones de estrés, de incertidumbre es cuando más necesitamos conocer y gestionar nuestra vida emocional. Porque es cuando nos enfrentamos a los caminos más difíciles, con más curvas, con menos visibilidad, con más obstáculos, y es cuando tenemos más probabilidades de colisionar.

¿Conoces realmente cómo gestionar tus momentos de rabia? ¿Sabes dirigir tus momentos de tristeza? Conoce tus mecanismos, tu dinámica interna, es la única manera de poder tener asegurado que llegarás a tu destino sano y salvo.

 

3.- REAPRENDE A VIVIR TÚ AHORA.

De esto hemos oído hablar mucho, con frases como: “céntrate en el día a día” “no te comas la cabeza” “no pienses en mañana” “vive tú presente”. Suena muy pero muy fácil, pero a la hora de llevarlo a la práctica simplemente no podemos.

Y esto tiene que ver mucho con la forma en cómo nos han enseñado a pensar. Nos educan a tener una mente que continuamente está planificando. Programamos a nuestro cerebro a estar  dos días, dos semanas, dos meses en el futuro, mientras nuestro cuerpo está aquí, en el ahora, en el presente.

¿Qué vas a ser de mayor? Le preguntamos al niño de 7 años. ¿Qué haremos este fin de semana? En Verano ¿a dónde iremos? Planes, planes y más planes. Futuro y más futuro. Y el problema no está en hacer planes. Hagamos planes, sí, pero sin olvidar que estamos en el presente, adiestremos a nuestra mente a deleitarse más del ahora y a que no pierda tanto tiempo en el futuro.

Una técnica que ayuda mucho a nuestra mente a centrarse en él ahora es DESPERTAR NUESTROS 5 SENTIDOS. Y pongo un ejemplo:

Una madre tiene 15 minutos para darse una ducha, antes de que su pequeño se despierte de la siesta. Al meterse a la ducha (que suele ser una actividad relajante y gratificante) se activa el “modo automático” en nuestro cerebro, y nuestras manos se mueven por si solas buscando el jabón, el shampoo, sin darnos cuenta, sin estar presentes, nos duchamos. Pero mientras las manos nos duchan, nuestra mente está pensando que ahora que termines de ducharte tienes que poner una lavadora, o llamar a María, o preparar el bizcocho, o contestar el email. O en el peor de los casos, recordamos la conversación desagradable que acabas de tener con tu pareja o con tu amiga, y al salir de la ducha, sales lista para desatar la tercera guerra mundial.

Si en lugar de esto, al meternos a la ducha, reeducamos a nuestro cerebro a no divagar, a no planificar, a centrarse a percibir y disfrutar de una ducha placentera. Y aquí es donde nuestros 5 sentidos (olfato, tacto, oído, vista y gusto) se convierten en nuestros aliados.

Al meterte a la ducha, dispara el tacto, cierra los ojos y siente como el agua recorre tu espalda, intercala agua fría y agua caliente. El olfato ¿a que huele? ¿A cítricos? ¿Qué escuchas?. Practícalo diariamente, reeduca tu dinámica cerebral, hasta que llegue el momento en que lo hagas de manera automática. Recuerda que son justo estos momentos los que nos permiten disminuir el estrés y la ansiedad del día a día, previniendo que aumenten y se conviertan en trastornos.

No permitas que tus pensamientos roben tus momentos. Cuando estés viviendo un momento agradable y aparezca un pensamiento de preocupación o angustia, hazlo a un lado y dispara tus sentidos, esto ayuda a vivir el momento, a poner los pies sobre la tierra y poder palpar el presente.

La felicidad se encuentra en todos los momentos de nuestra vida. En todos. No es exclusiva de los momentos idílicos. Aprende a ver, aprende a sentirlos. Reestructura la forma en cómo ves la vida, depende solamente de ti.  ¡Manos a la obra!

 

Psicóloga-Psicooncóloga

Luisa Pedrero Gil

www.psicologiadelcancer.com

 

 

 

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